MATARTE LENTAMENTE, DIEGO AMEIXEIRAS

Matarte lentamente

SOBRE TERTULIAS LITERARIAS, LECTURAS COMPARTIDAS Y MUERTES LENTAS

Matarte lentamente, Diego Ameixeiras, 2013

Ayer por la tarde asistí a una reunión que se ha ido convirtiendo en un acontecimiento entrañable de mi vida profesional, un acto cálido por la cotidianidad que ha adquirido con los años, uno de esos encuentros cuyo valor a veces se diluye en la sencillez con que se vuelve familiar e incuestionable. Desde hace años, el Concello de Ourense organiza en el Liceo de esta ciudad unas tertulias literarias dirigidas a estudiantes de Secundaria de los institutos orensanos.
En dos encuentros literarios anuales (uno en gallego y otro en castellano), se nos ofrecen múltiples delicias a los paladares de profesores y alumnos que, pese a las críticas tópicas, todavía valoramos la literatura y la educación literaria: la emoción del encuentro con otros jóvenes y profesores que comparten inquietudes afines a las nuestras; el placer de reunirnos para hablar de un libro; la puesta en valor del acto de la lectura crítica y compartida en la adolescencia; el privilegio de descubrir humanamente a esos creadores en la sombra, los escritores que provocaron en nosotros tantas emociones, y el encuentro cara a cara con ellos, para agradecer y cuestionar, para satisfacer la curiosidad insaciable de la lectura, para idolatrar y desmitificar a un tiempo la figura del creador y su obra.

Al terminar la reunión protocolaria con su toma de decisiones, cuestiones de organización del acto próximo, debate en torno a la obra y puesta en común de ideas, nos fuimos marchando sin prisa, con las palabras fluyendo todavía ansiosas, alargando el encuentro más allá de sus límites programados. Fuimos yéndonos despacio, sin querer soltarnos físicamente de las escaleras majestuosas del Liceo, como las sombras de historias leídas y cocinadas durante tanto tiempo, en esa salida lenta que se produce a veces al final de un encuentro donde has estado a gusto. Hablamos casi sin voz de un futuro temido donde un posible cambio político propiciase una realidad cultural menos favorable que nos dejase sin nuestras tertulias...

Es extraño cómo la lectura compartida puede hacer tambalearse las certezas incontestables del acto de la lectura individual. Todas las evidencias se ponen de repente en cuestión y la perspectiva unidireccional se ve enriquecida por las certezas ajenas, esos dogmas que nosotros habíamos obviado y que de pronto caen sobre la obra como dictados inapelables.

Leyendo Matarte lentamente de Diego Ameixeiras tuve la sensación de asistir a un despliegue de historias que se enredaban entre sí creando un mosaico roto, un puzzle abigarrado de colores caóticamente engarzados, como una constelación creada a partir de retazos de existencia sucia y miserable. Tan sucia y miserable como las vidas reales de nuestra realidad social post-todo: post-crisis agónica de política, economía y valores, post- postmodernista, casi post-apocalíptica.
Leí esta novela como creí que ella misma me lo pedía: rápido y de forma confusa, para dejarme ofuscar por el revoltijo y sobrevivir a los golpes de sus historias. Iba a escribir dramáticas historias, pero ¿realmente lo son siendo tan cercanas, tan reales? A veces, la ciudad de Santiago que se despliega por sus páginas –tomada policialmente, repleta de manifestaciones y botellones– recuerda a tanta literatura y cine distópico que se tiene la sensación de que la realidad ha girado una vuelta de tuerca hacia la sociedad sometida por los instrumentos del poder, desbaratada de/por los privilegios capitalistas que la condujeron a la autoconsumación. El mundo tópicamente gris de Santiago está aquí embadurnado de oscuridad vital, como sumergido en la penumbra de su propia aniquilación.
Ameixeiras no enreda las vidas de sus personajes con la autocomplacencia de un Robert Altman, encontrando soluciones humanas que los dignifiquen y laven sus culpas; el autor orensano los vuelve mártires de su propio infierno, lejos de respuestas pero también de lecciones morales. La frialdad del cuadro final es impactante y lapidaria, porque las ansias de unos son los dramas de otros, y los desenlaces sobrecogedores de algunas historias propician la reparación aparente de otras. Alguien dijo ayer que los personajes optimistas o que conciben ilusiones son los que salen peor parados en la historia: la lógica aplastante de la perversidad de la vida.

Diego Ameixeiras

Pero hay otras lecturas igual de plausibles, quizá más legítimas, tal vez certeras, seguramente complementarias. A través de otros ojos he visto una estructura trenzada y trabajada con la minuciosidad de un artesano, tal vez a partir de un guion bien orquestado, como proponía una compañera. Tal vez la confusión es el resultado de un trabajo consciente de hilazón y el mosaico no esté tan roto, y el abigarramiento cromático sea en realidad la expresión de la armonía de los colores de la confusión y el dolor de la realidad. Las historias de Matarte lentamente van anudándose como hilos de una alfombra cuyo dibujo solo es perceptible en su completud.

Otra compañera (¿por qué somos todas mujeres?) nos hizo una lectura extraordinaria de la página 141, para ella el centro del libro, donde las imágenes de un programa de televisión explicando el mundo del Hades en la mitología romana sirven de exégesis alegórica para ubicar todas las historias trágicas de la novela en cada uno de los siete lugares infernales que el documental va describiendo. De este modo, esos hilos invisibles que ligaban a los personajes en el diseño caótico parecen emparentarse alrededor de un nuevo sistema de relaciones que va más allá de los vínculos sociales o familiares, situándose en la raíz última de su destino fatal.

Sin duda, leer en común puede reportar sorpresas gratificantes, más allá del placer de un café compartido, que no es poco. Y el mundo y la vida a través de la literatura se proyectan con luz suficiente para dañarnos los ojos en novelas como esta de Diego Ameixeiras.

Comentarios

  1. O como ser "tertuliano" no siempre es negativo... en un mundo repleto de tertulianos radio-televisivos, periodísticos, de barrio o de comunidad de escalera etc, conocedores de todo lo divino y humano y con opinión para todo y siempre. Es esta segunda idea de tertuliano (el de los mass-media) la equivocada y la que describes la más acendrada; la tertulia se refiere a una reunión de personas para conversar y en esas otras reuniones no hay conversaciones, son monólogos en los que cada uno defiende ciegamente (o avispadamente quizás) su postura sin intención alguna de escuchar a los demás.
    Por lo demás yo prefiero ser más ingenuamente optimista, ver la botella medio llena y... vivir lentamente.

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    1. ¡Cuánta razón tienes! La tertulia en sí es una idea fantástica para debatir y compartir..., hasta que la ensucian egos pretenciosos queriendo tener la razón, como si la razón fuese un bien preciado que nos distinguiese. En realidad, la razón es una capacidad para emitir juicios que, cuando se posee, no necesita reconocimiento alguno.

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