"MEMORIAS DE UN HOMBRE DE MADERA", ANDRÉS IBÁÑEZ

"Memorias de un hombre de madera"

 

HE VISTO COSAS QUE VOSOTROS NO CREERÍAIS...

Memorias de un hombre de madera, Andrés Ibáñez, 2008

La palabra madera proviene del latín materia, que a su vez deriva de mater, madre. Así, ser un hombre de madera es, en esencia, ser hijo de la propia materia, provenir de la matriz, de la madre natural, de la esencia física de la naturaleza. Pinocho fue hecho por Gepetto, pero su madre, su matriz, era la materia misma: la madera.
Sin embargo, el hombre material necesita (como Pinocho) del espíritu que le confiera la esencia humana. El espíritu es la cualidad moral del objeto material. En la mitología bíblica, el espíritu es el soplo de vida que animó --esto es: doto de alma, que etimológicamente significa respiración y vida-- la materia humana creada de barro, es decir, de materia esencial. Dios sopló su aliento de vida sobre Adán; Pinocho tenía su propio Dios: un Hada Madrina.

En la mitología judía existe el Golem (de nuevo un ser creado de barro e insuflado de espíritu o esencia divina), cuya etimología deriva del hebreo guelem, que significa también materia.

Más tarde aparece un mito moderno que hereda el simbolismo de la creación artificial humana a través de un padre artesano: Frankenstein, y la consciencia de la naturaleza material de la criatura deviene en su consideración romántica de monstruo, al mismo tiempo que plantea por primera vez la necesidad de explorar las cualidades empáticas y emocionales de estas criaturas como prueba legitimadora de su esencia humana.


Andrés Ibáñez


De aquí a Phillip K. Dick o Asimov hay un paso. Por no hablar de las recreaciones cinematográficas, que ramificaron el árbol genealógico de Adán y el Golem en robots, androides, replicantes y ciborgs diversos.

También a los Nexus 6 de Blade Runner se los sometía a test de empatía para certificar su naturaleza replicante. También ellos sufrían inquietud existencial por su naturaleza; también padecían la angustia de arrastrar los grilletes de los recuerdos, que fabricados artificialmente o surgidos de modo arbitrario en el devenir humano, confieren a quien los atesora la prueba más irrefutable de su existencia trascendente. He visto cosas que vosotros no creeríais... proclama derrotado y consumido el replicante Roy antes de morir y liberar su alma o espíritu inmaterial en forma de paloma. Tiene recuerdos que dignifican lo que ha sido su vida, y quien ha vivido es, en esencia, humano.

El hombre de madera, o de barro, o de cualquier materia, incluso la de apariencia humana, suele manifestarse como un ser melancólico, torturado por su condición, dotado de una necesidad reflexiva mayor que la del ser humano que acepta su naturaleza sin cuestionársela. Es, tal vez, demasiado humano por ansia de humanidad. Roy es demasiado humano; ha visto cosas que nosotros no creeríamos. Pinocho ha sufrido una odisea homérica por conseguir su humanidad. Frankenstein sucumbió a la incomprensión desalmada de los hombres...

Este hombre de madera de Andrés Ibáñez, Esteban, es demasiado humano porque se enfrenta con una valentía tierna a la comprensión del mundo y de la vida, con la pretensión de enfrentarse al enigma del autoconocimiento y su imbricación existencial en la realidad. Digo valentía tierna porque nos inspira la mirada condescendiente de un niño aprendiendo a andar, de un Pinocho articulado, rígido y torpe aprendiendo a ser humano y aferrándose a sus recuerdos como hacía Roy bajo la lluvia. Quizá en afán y ternura a quien más se parezca Esteban sea a Eduardo Manostijeras o a Kathy de Nunca me abandones, la novela de Ishiguro.

"Eduardo Manostijeras"
Recordamos que una vez, muchos años atrás, nos sentimos vivos, y desearíamos volver a sentir lo mismo de nuevo. Y todo lo que hacemos, grande o pequeño, sublime o ridículo, tiene por objeto volver a encontrar la sensación de estar vivos, la limpieza de las percepciones, como cuando éramos niños y los sencillos colores de unas flores o de unas luces eléctricas parecía transportarnos al país de la verdadera realidad, un reino de felicidad sin fronteras en el que todas las sensaciones eran cristalinas, el frío, el sabor del agua, el crujido de la nieve bajo los pies, el olor de la tierra mojada por la lluvia, y en que nos sentíamos en contacto con nosotros mismos y la vida era una aventura plena de sentido y consecuencia.
Memorias de un hombre de madera no es una novela de acción, ni siquiera fantástica o de ciencia-ficción, pese a las apariencias, sino de una obra de pensamiento y reflexión. La ideología se sobrepone al desarrollo actancial y al propiamente narrativo. Así, cada actante parece entrañar un hilo emblemático en la doctrina simbólica del sentido de la existencia humana, como elementos conceptuales del entramado del mito de la creación: Esteban simboliza el Adán/Pinocho como sujeto-héroe que emprende una búsqueda de autoconocimiento; Matilde entraña la necesidad del amor, el afán por incorporar el componente emocional perpetuador de la esencia humana; Julián es el amigo, el vínculo socializador que ayuda a la ubicación del héroe en el mundo; el librero representa la ideología como arquitectura intelectual de la mente humana; Sebastian Hirschner es el gurú, el mago, el maestro, el componente esotérico y religioso que aparece como símbolo del componente espiritual humano (como el Hada Madrina de Pinocho, o el Dios de Adán, o el Frankenstein de Frankenstein).

En definitiva, un libro sobre la encrucijada de la personalidad desde la parábola metafísica de la existencia humana: todo lo complejo que parece y todo lo simple que resulta.

Roy, "Blade Runner"

Comentarios

  1. Yo también he visto cosas que otros no creerían, en mi profesión es habitual; sin embargo son cosas reales y humanas (aunque las creaciones humanas pueden ser de lo más inhumano).
    Todos esos momentos, como conjunto de instantes que conforman mi vida, desaparecerán conmigo, sin embargo los actos y la vida que inspiraron no se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia o al menos mi esperanza es que perduren en la memoria de los que me conocieron o de los que oyeron hablar de mi... demasiado grandilocuente... puede, pero es que los humanos siempre deseamos transcender de algún modo.
    Es hora de cerrar el comentario y como siempre, enhorabuena.

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    1. Yo, la verdad, no tengo esperanza alguna ni ilusión de perdurar. No concibo nada más digno para mis nimios, incluso poco modélicos hechos, junto a mis míseros recuerdos, que perderse como lágrimas en la lluvia. Gracias.

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  2. La esperanza es lo único que permaneció en la caja de Pandora por eso es lo último que se pierde.
    Tus hechos no son nimios ni poco modélicos, mantener lo contrario es faltar a la verdad. Podrás haber hecho más o menos en la vida, pero lo que has hecho no es insignificante ya que ha tenido significado (y seguirá teniéndolo) para un buen número de personas que se han cruzado en tu vida. No seré yo quien diga que hay que tener comportamientos y realizar actos modélicos, eso queda para quien quiera o deba ser modelo de algo o alguien; pero como digo una cosa digo la otra y por eso tampoco es verdad que tus obras y días hayan sido poco modélicos (en lo que conozco y en lo que sospecho), que no sean modelos a seguir (o si lo sean a tu pesar) no quiere decir que sean antimodelos.
    No puedo opinar sobre la calidad o cualidad de tus recuerdos, eso es algo personal e intransferible, pero espero (de nuevo la esperanza) que no sean míseros; en cualquier caso sí puedo opinar sobre los recuerdos que otros tienen de ti que, en lo que puedo constatar, no son para nada míseros.
    Ni tus actos ni los recuerdos que has generado se perderán como lágrimas en la lluvia sino que perdurarán mientras estén vivas las personas que conocieron, conocen y conocerán tu vida y obra (y milagros...).
    Besos y... gracias las que tu tienes.

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