La
pregunta era sencilla y fácil de responder. No dudé ni un momento,
respondí casi al momento de que mi interlocutor terminara de formular
dicha pregunta.
- Sin pensármelo dos veces -respondí- fue Ignacio.
Y
en verdad lo era. Lo recuerdo y lo recordaré siempre como la persona
que fue. Un hombre que era al mismo tiempo: caritativo y ávaro, amargo y
dulce, raro y convencional, ateo y creyente, ...
Era
caritativo porque todos los días ayudaba a diez personas, haciéndoles
grandes o pequeños favores, sin pedir nada a cambio. Eran diez o más ¿ Y
porqué diez y no cualquier otro número? Pues porque como su trabajo era
el de calificar a niños con notas que se encontraban entre el cero y el
diez, pues le gustaba aquel número que simbolizaba en su imaginario la
perfección. Pero era avaro. No con la gente, solo consigo mismo. No le
gustaba premiarse, no hablaba de sí mismo. Si algún día quería
deleitarnos con una de sus anécdotas y era algo que le había acontecido a
él, lo ponía en boca de algún supuesto amigo o amiga suyo. Todos lo
sabíamos, pero respetábamos su forma de explicar.
Era
amargo porque su cara en un primer momento solo mostraba tristeza y
hasta algo de rencor. Sus arrugas eran prodigiosas y se encontraban en
su cara en gran número, todo debido a su ceño siempre fruncido. Pero era
dulce, porque lo que pretendía era esconderse del exterior. Era bueno,
demasiado bueno. Por eso se escondía con espinas. Realmente era una rosa
silvestre que de miedo se encierra con punzantes espinas.
Era
raro porque tenía gustos personales. Las manías de su mente eran
innumerables y su forma de comportarse un misterio que parecía ser solo
explicable con el azar. Pero era convencional porque era raro.
Era
ateo porque no creía en Dios. Tampoco en superhombres, ni salvadores.
No creía en nadie. Para él "alguien" nunca fue algo donde depositar sus
esperanzas. Pero era creyente, porque albergaba gran fe. Y esa fe estaba
destinada a los grupos, a las personas, ... Creía en la gente, en la
sociedad en su conjunto. No quería que viniese nadie a resolver los
problemas del mundo. Quería que el mundo fuese salvado por todos y todas
los habitantes de este. Pretendía que el delegar los papeles
importantes en otros nunca acababa bien.
Y
así era mi maestro. Un hombre que ahora no tiene edad, porque hace ya un
tiempo que dejó de cumplir años. Y dejó de recordar, porque ya no le
hace falta. Y no le hace falta ni recordar su nombre, pues ya no quiere
tenerlo. Y no quiere tenerlo porque dejó de ser alguien. Y dejó de ser
alguien cuando dejó de hacerle falta su boca. Y dejó de hacerle falta su
boca porque ya había dicho todo lo que tenía que decir. Y dijo todo lo
que tenía que decir porque estaba muerto. Y está muerto porque vivió
todo lo que tuvo que vivir."
Comentarios
Publicar un comentario
Tus consultas y comentarios son bienvenidos.