Cómo comentar un texto literario (con ejemplos)


CÓMO COMENTAR EL FRAGMENTO LITERARIO DE LA PREGUNTA DE LITERATURA (PREGUNTA 6) EN EL EXAMEN DE LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA ABAU 

AVISO: Esta entrada está configurada específicamente para el examen de selectividad de 2º de Bachillerato. Si lo que quieres es hacer un comentario literario extenso, puedes ver cómo se hace aquí.

Escritura escolar

1. DÓNDE:

Comentamos el fragmento como una segunda parte de la pregunta, al terminar de exponer el contenido del tema.

2. CUÁNTO:

La extensión será mucho más breve que el primera apartado de la pregunta.

3. UBICACIÓN HISTÓRICA:

En el fragmento se indica siempre el autor, con lo que no es necesario identificarlo (aunque se vuelve a citar). Lo primero que haremos será ubicarlo en una obra literaria (si lo sabemos) y en la época histórica.

POR QUÉ:

Citaremos algún ejemplo del texto que justifique el período histórico y literario al que pertenece y lo explicamos.

4. UBICACIÓN EN LA OBRA DEL AUTOR:

Situaremos el fragmento en la evolución personal del autor, indicando, si lo sabemos, a qué época de su producción literaria pertenece.

POR QUÉ:

Citaremos algún ejemplo del texto que justifique el momento de la evolución literaria del autor al que pertene y lo explicamos.

5. CÓMO:

  • Justificaremos cada afirmación con un ejemplo del texto. Se cita entre comillas («….») y se indica la línea o verso donde se localiza dicho ejemplo.
  • Se debe justificar desde el contenido (qué dice que explique la época, estilo literario, evolución artística o personal del autor…) y desde la forma (cómo lo dice, con qué palabras, con qué estilo…).

6. QUÉ NO HACEMOS:

  • No comentamos gratuitamente ningún aspecto si no tiene relación con el tema.
  • No hacemos un comentario literario.
  • Todos los ejemplos deben justificar el tema: la época histórica, el movimiento literario, el estilo de la época, la trayectoria del autor, la época de evolución literaria del autor, el estilo del autor…

EJEMPLO 1:

Si he perdido la vida, el tiempo, todo
lo que tiré, como un anillo, al agua,
si he perdido la voz en la maleza,
me queda la palabra.

Si he sufrido la sed, el hambre, todo
lo que era mío y resultó ser nada,
si he segado las sombras en silencio,
me queda la palabra.

Si abrí los labios para ver el rostro
puro y terrible de mi patria,
si abrí los labios hasta desgarrármelos,
me queda la palabra.
En el principio, Blas de Otero
"Pido la paz y la palabra"














El presente poema pertenece a la producción literaria de Blas de Otero, autor representativo de la poesía de las décadas posteriores a la Guerra Civil. En concreto, «En el principio» pertenece a la obra Pido la paz y la palabra, que ejemplifica claramente la poesía social de los años 50. 

En los versos del poema se repite una idea central de este tipo de lírica, que vemos desde el mismo nombre del poemario: la necesidad de que la palabra poética se convierta en voz para expresar la angustia vital derivada de los problemas sociales, del desarraigo, de la censura... Así se aprecia, por ejemplo, en la repetición a modo de estribillo del verso que termina cada estrofa: «Me queda la palabra». 

Este poeta evolucionó desde una etapa inicial en el seno de la poesía desarraigada (más cerca de la búsqueda de Dios, cuyo silencio lo incomodaba), hasta esta etapa de protesta y acción poética. La evolución se ve en las oraciones condicionales del principio de cada estrofa, donde expresa lo que ha vivido y perdido («la vida, el tiempo, la sed, el hambre»; en fin, «todo»). Desde ahí desemboca en la poesía social, producto del desengaño, donde la palabra se manifiesta poderosa, como arma. 

Esta nueva poética se transmite mediante un lenguaje de léxico claro («vida, silencio, tiempo...»), sin aspavientos sintácticos ni retóricos, sino mediante oraciones sencillas (en este caso una condicional reiterada tres veces de forma paralelística, una por estrofa, para desembocar en la idea central) y con abundancia de sustantivos, como hemos visto. La retórica abunda en el logro temático de la fuerza de la palabra: alguna metáfora sencilla que embellece el enunciado («Si he segado las sombras en silencio...», en el v.7), la personificación de la patria (vv. 9 y 10), una paradoja sinestésica («Abrí los labios para ver...», en el v. 9), una enumeración asindética (al principio de las dos primeras estrofas), una antítesis en el verso 6 («Lo que era mío y resultó ser nada»); todo ello redundando en la idea de desarraigo que no conduce a nada si no es mediante la acción y la palabra.

EJEMPLO 2:

La princesa está triste... ¿Qué tendrá la princesa?
Los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que ha perdido la risa, que ha perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en un vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales.
Parlanchina, la dueña dice cosas banales,
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.


Sonatina, Rubén Darío
"Sonatina"
Este fragmento es el principio del conocido poema de Rubén Darío titulado «Sonatina», que forma parte de su poemario Prosas profanas, obra cumbre del Modernismo escrita a finales del siglo XIX. El poema, de una gran belleza formal, representa nítidamente el estilo modernista que inició este autor: el rechazo de la realidad (el cuento de una princesa que busca el amor) y una profusión de elementos retóricos sonoros y musicales que inciden en la búsqueda de la belleza.

Dentro de la obra del poeta nicaragüense, esta se sitúa en un punto central, después del éxito de Azul… y antes aún de que su evolución personal le llevase a intentar otras poéticas más comprometidas y existenciales (como en Cantos de vida y esperanza). Aquí asistimos, pues, a una manifestación del Modernismo en todo su esplendor. La princesa muestra una esperanza casi quimérica en un amor que rescate su alma de un mundo típicamente modernista: «su silla de oro» (v.4), el «clave sonoro» (v.5), los «pavos reales» (v.7), «el bufón» (v.9), etc. Aparecen elementos exóticos como los citados pavos reales, el «cielo de Oriente» (v.11) o la «libélula» (v.12).

Esa necesidad de evasión que promulgaba el Modernismo se manifiesta en recursos retóricos sensoriales: la aliteración de «l» que marca la levedad reinante (v.12), la personificación del teclado (v.5) o la flor (v.6), la metáfora sinestésica («boca de fresa», en el v.2)… También se aprecia la exuberancia modernista en la profusión de adjetivación en todo el poema («triste, pálida, mudo, sonoro, parlanchina, banales, rojo, vaga»), así como en la misma métrica, de marcada rima consonante en largos versos alejandrinos.


EJEMPLO 3:

Doña Rosa va y viene por entre las mesas del café, tropezando a los clientes con su enorme trasero. Doña Rosa dice con frecuencia leñe y nos ha merengao. Para doña Rosa, el mundo es su café, y alrededor de su café, todo lo demás. Hay quien dice que a doña Rosa le brillan los ojillos cuando viene la primavera y las muchachas empiezan a andar de manga corta. Yo creo que todo eso son habladurías: doña Rosa no hubiera soltado jamás un buen amadeo de plata por nada de este mundo. Ni con primavera ni sin ella. A doña Rosa lo que le gusta es arrastrar sus arrobas, sin más ni más, por entre las mesas. Fuma tabaco de noventa, cuando está a solas, y bebe ojén, buenas copas de ojén, desde que se levanta hasta que se acuesta. Después tose y sonríe. Cuando está de buenas, se sienta en la cocina, en una banqueta baja, y lee novelas y folletines, cuanto más sangrientos, mejor: todo alimenta. Entonces le gasta bromas a la gente y les cuenta el crimen de la calle de Bordadores o el del expreso de Andalucía.
La Colmena, Camilo José Cela 
El café de doña Rosa, "La Colmena"
Este fragmento pertenece al principio de la novela La Colmena de Camilo Jose Cela, obra fundamental de la década de los años 50 del siglo XX. En esta época se aprecian los primeros síntomas de una relajación de la censura franquista, lo que permitió la influencia de nuevas corrientes literarias y el inicio de la renovación técnica y temática de este género.

Se produce, al igual que en poesía y teatro, una tendencia social que cuestiona y quiere transformar la realidad. En este texto lo apreciamos en la incorporación de personajes comunes de la sociedad madrileña de la época (doña Rosa y sus clientes).

Dentro de la obra de Cela, la novela supone una evolución desde el «tremendismo» incial de La familia de Pascual Duarte. Es la obra central de su producción.

Aquí podemos apreciar el esfuerzo renovador de Cela, inspirado en autores norteamericanos como Faulkner o John dos Passos (Manhattan Transfer). El tiempo narrativo se ralentiza; se describe la cotidianidad de la vida de doña Rosa como un instante detenido (sus idas y venidas por el bar, sus hábitos en alcohol y tabaco, sus lecturas truculentas…). El conductismo que Cela había aprendido del «Behaviorism» se muestra en el estudio de la conducta, focalizado en el retrato de doña Rosa. La técnica caleidoscópica no se aprecia en el fragmento, pero doña Rosa es muestra inequívoca del estilo ajeno a un argumento, más centrado en la manifestación de caracteres (en este caso casi caricaturesco) que van perfilando la «colmena» que es la ciudad de Madrid. Como secuencia corta, se aprecia el inicio del fragmento con el nombre de la protagonista, que sirve para situarla como núcleo narrativo. Son estos buenos avances de los logros técnicos de la novela de las décadas posteriores.

Estilísticamente, podemos apreciar el mimetismo narrativo con el léxico del personaje, que utiliza términos coloquiales o dialectales de la zona de Madrid («leñe», «nos han merengao» (l.2), «amadeo» (l.4), «tabaco de noventa» (v.5-6); el narrador invasivo, que opina para profundizar en el retrato («Yo creo que todo eso son habladurías», en las líneas 3 y 4) y narra de forma subjetiva en todo el fragmento («A doña Rosa lo que le gusta...», en la l.5, etc.).

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